Vivimos tiempos desproporcionados en los desequilibrios se han asentado en nuestro día a día. La economía financiera hace tiempo superó a la “economía real”, esa que podemos ver y tocar en nuestros barrios y polígonos industriales. Vivimos en un entorno volátil e impredecible, donde el ciudadano, el trabajador y el emprendedor se sienten cada vez más dependientes de fuerzas externas no controlables que no hacen sino acrecentar un miedo que nos va paralizando. Este sentimiento de impotencia y descontrol es comparable a estar viviendo en una gran montaña rusa comprada en un bazar de todo a 1 €, donde nos tambaleamos a cada curva, subimos y bajamos rápidamente, desequilibrados y sin control de cabina.
De poco sirve aplicar las recetas de austeridad, control presupuestario y reformas que piden los mismos que luego nos castigan en una sinrazón incomprensible para la gente de a pie, que primero le hacen creer que cualquier tipo de rescate acaba hundiendo al país (caso Grecia) y luego ve como la prima de riesgo cae considerablemente por un simple anuncio de posible rescate. En este entorno confuso, los ciudadanos nos encontramos con dirigentes que parecen funcionar con “mando a distancia”. Y al final, basta una reflexión del presidente del Banco Central Europeo, una simple afirmación capaz de generar confianza en los mercados para calmar las cosas, sin necesidad de previo anuncio de reforma, cambio o evolución real en la economía. Lo material está perdiendo fuerza frente a lo volátil y efímero. Por primera vez, el humo se empieza a producir sin necesidad de quemar madera.
A este contexto se le suma el desequilibrio emocional en el que están inmersas miles de pequeñas y medianas empresas, dominado por ese vaivén desequilibrado de noticias y de resultados dispares e incomprensibles que hacen perder la sensación de control sobre lo que uno hace y cree poder hacer. El propio concepto de confianza se ha vuelto volátil, efímero y en definitiva se ha convertido en una víctima a la merced del miedo del ser humano.
Y en el trasfondo de todo parece que es el miedo quien se está apoderando del rumbo de nuestro destino como estado y como comunidad. Creo que la naturaleza de este efecto montaña rusa tiene su origen en el propio concepto de miedo creado en el inconsciente del ser humano, donde verdaderamente tomamos las decisiones. La sensación de inseguridad y volatilidad abre la puerta para que el miedo gane terreno en nuestro inconsciente, limitándonos y acorralándonos y haciendo aflorar nuestra parte agresiva, oscura e intolerante que intenta protegernos de algo que desconocemos y que para nada nos sirve si tenemos claro que nuestra supervivencia futura pasa por un mayor entendimiento, unión y gestión conjunta de todo el planeta. A pesar de que nuestra supervivencia no corre ningún peligro, vivimos tiempos desconcertantes dominados por la desconfianza y un miedo paralizante y limitador. Esta forma de miedo colectivo nace del peligro de lo desconocido, de la inseguridad del presente y de la sensación de falta de control de nuestras vidas. Sólo desde la aceptación, la confianza y la compasión puede surgir una nueva forma de entender lo que sucede y reaccionar con sabiduría. No podemos esperar que otros lo hagan por nosotros, necesitamos generar un nuevo caudal de confianza para girar los rostros y empezar a mirar hacia la luz si queremos ser capaces de crear un destino diferente al que nos está abocando esta sensación impotencia y esta inmovilidad.
Cierto Pedro, tiempos desconcertantes… ¿Seguro que no corremos ningún peligro? Un abrazo, buen post. http://www.pabloadan.es
Amigo Pablo, ninguna persona de occidente corre peligro en términos de supervivencia (medicina mínima, comida y bebida). Vivimos mas tiempo que nunca, tenemos casi de todo, disponemos de mas tiempo libre que nunca, y sin embargo somos más infelices que nunca…