Recientemente se ha reabierto el debate de la peatonalización en diferentes ciudades españolas y convendría reflexionar sobre las distintas implicaciones y consecuencias de un proceso de peatonalización. La peatonalización se muestra como un proceso de intervención eminentemente urbanístico, mediante el cual los espacios habitualmente ocupados por el tránsito de vehículos son habilitados para el acceso preferente de peatones. En Europa, después de la segunda guerra mundial, Alemania fue uno de los primeros países en adoptar el proceso de las peatonalizaciones y su modelo de mayor éxito estuvo orientado sobretodo a potenciar la actividad comercial recuperando el espacio para la ciudadanía. Es decir, había un criterio económico de fondo junto con uno social.

calle peatonal valenciaLas razones por las cuales surge una iniciativa de peatonalización pueden ser diversas, y se contemplan las razones medioambientales, sociales, económicas, turísticas, estéticas o culturales. Esta multiplicidad de formas de peatonalización da lugar a varias imágenes opuestas de los centros históricos peatonalizados. Lo difícil es encontrar ejemplos que tienen como objetivo actuar y dar respuesta a todas las razones que pueden motivar la peatonalización, es decir, lograr   configurar espacios en los que convivan residencia con comercio, oficinas con talleres, espacios de esparcimiento y monumentos, etc.

Lo cierto es que la peatonalización permite el redescubrimiento de las calles y plazas como espacios públicos, la recuperación del espacio para los ciudadanos y la revitalización del área. “El área peatonal se ha convertido en un importante lugar de aprendizaje de la vida urbana”, dice Rolf Monheim. Pero es necesario poner de relieve las consecuencias negativas cuando la peatonalización no está bien planificada y ejecutada. Entre ellas, el aumento de los precios inmobiliarios, la accesibilidad de los residentes, comerciantes y usuarios, la expulsión de usos residenciales, el descenso de la afluencia de compradores o el aumento del tráfico en las zonas colindantes

La peatonalización tiene un ámbito de actuación abierto, en el que caben diferentes iniciativas y políticas de peatonalización, desde la prohibición total de tránsito rodado a motor, su limitación parcial, hasta la constitución de “espacios compartidos”, que permitan un uso simultáneo de peatones y vehículos. En el seno de esta definición queda patente que son muchas las opciones derivadas de un proceso de peatonalización, sin que la peatonalización “total” sea necesariamente la más ventajosa.

La pregunta es: ¿Para qué se necesita? ¿Qué problema pretende solucionar o qué valor pretende aportar? ¿Es necesario más espacio peatonal en la calle a peatonalizar? ¿Es necesario más espacio para terrazas? ¿Cuáles son los efectos esperables sobre la actividad comercial, tan importante para la vida urbana? ¿Se puede suprimir el tráfico rodado con garantías de no debilitar la actividad económica y la accesibilidad de usuarios y residentes? Hoy no se puede afrontar la renovación de un casco histórico sin tener en cuenta los cambios sufridos en el sistema de necesidades sociales y las diferentes consideraciones de impacto económico. El error es considerar la peatonalización como un fin en sí mismo, cuando debe ser un medio para conseguir mejorar algo y en ningún caso se debe tomar como una cuestión ideológica, sino que se debe proyectar con amplitud de miras, considerando todas las partes afectadas. Es necesario tener una visión más allá de la zona peatonalizada que debe enmarcarse en una estrategia global de movilidad y de urbanismo. Por norma general, para el éxito de una calle peatonal es necesaria también la creación de una red de itinerarios peatonales que den coherencia al uso del espacio, dando solución al estacionamiento por parte de los usuarios, la accesibilidad de los residentes y la necesaria reordenación del tráfico..

Pedro Reig Catalá

Sociólogo, experto en marketing y distribución comercial.

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