No hay lugar donde el cambio sea más patente y cercano a nosotros que en las propias ciudades, ni otro  sitio que proyecte de forma tan clara la manera en que cada grupo de seres humanos ha decidido organizarse y establecer a lo largo de la historia una jerarquía de valores que establecen en mayor o menor medida la igualdad de oportunidades y derechos, la responsabilidad y conciencia de grupo o el mismo sentido de pertenencia e identidad. La dependencia es tal que las grandes ciudades han acabado rigiendo la vida de los países, de la economía mundial y del progreso.

En mayor o menor medida, todos llevamos una ciudad dentro, y cada hábitat en el que vivimos nos condiciona y nos impulsa, nos facilita y nos dificulta, nos inspira y nos expira. Somos los principales responsables de su futuro y va siendo hora de tomar medidas drásticas que mejoren su habitabilidad y calidad de vida. A lo largo del planeta podemos observar cientos de fenómenos cada vez más graves que muestran la insostenibilidad del sistema de valores establecido. Naciones Unidas ha advertido que de aquí al año 2030 muchas ciudades podrían ser inhabitables por la imposibilidad de respirar en ellas como consecuencia de la contaminación. La gran mayoría de la población mundial reside o depende de grandes ciudades y al tiempo que las urbes crecen, muchas pequeñas localidades y ciudades medias ven reducida su capacidad de competir con otras cada vez más cercanas y accesibles.

Pero hay ejemplos de cómo se puede mejorar la capacidad de subsistencia de las ciudades y sus condiciones de vida y no precisamente refiriéndonos a grandes ciudades sino a pequeñas estructuras urbanas. ¿Qué nos pueden enseñar determinadas ciudades cercanas que manifiestan un cambio liderado por la sostenibilidad y la calidad de vida, compatible con la competitividad de su estructura empresarial? Proyectos y ejemplos de cómo es posible liderar un proceso de cambio positivo entre los ciudadanos. En este caso, me gustaría exponer tres claros exponentes: Los centros comerciales urbanos o la gerencia de centros urbanos, el movimiento de las ciudades lentas o Citta Slow y las villas del libro.

En el primer caso, los centros comerciales de área urbana son un claro ejemplo revitalización de centros históricos/urbanos y de cómo compatibilizar desarrollo económico endógeno y competitividad con la mejora de las condiciones de vida y uso del centro a través del urbanismo y el comercio. La pequeña localidad gallega de Allariz ha sufrido un proceso de mejora de su casco histórico a través de la rehabilitación y peatonalización (resolviendo previamente el problema del parking) y la transformación de muchos de sus bajos comerciales en un gran Outlet urbano que cuenta con la presencia de tiendas como Adolfo Domínguez, Alba Conde, Massimo Dutti, Levi´s  y marcas como Custo, Versace o Gucci. Especializarse en un tipo de producto junto a un entorno inmejorable le ha permitido a esta pequeña localidad atraer a múltiples visitantes de diferentes partes de Galicia o León y turistas de toda España sin perder su encanto original.

En segundo lugar, el movimiento Citta Slow o ciudades lentas se inició en Italia con la finalidad de cambiar el ritmo de vida frenético actual. En estos momentos se ha convertido ya en una red de ámbito internacional con numerosas poblaciones adheridas y los municipios aspirantes no pueden ser superiores a 50.000 habitantes y deben reunir una serie de requisitos como la adopción de políticas medioambientales sostenibles, una política urbanística más humana, la potenciación y producción de productos alimentarios ecológicos y autóctonos o la concienciación de residentes y visitantes sobre lo que significa el hecho de vivir en una ciudad slow y sus repercusiones. Bigastro, Rubielos de Mora o Begur ya forman parte de esta red internacional.

En tercer lugar tenemos a Urueña, la primera villa del libro de España, siguiendo la tradición de la villa galesa de Hye-on-Wye y de otros lugares que se convierten, a la vez, en museo vivo de libros antiguos y en impulso de nuevas ideas e iniciativas en torno a la dinamización del libro y la lectura. Hay-on-Wye se ha convertido en mundialmente famosa por sus tiendas de segunda mano y de libros antiguos. Más de 30 tiendas principales o especializadas y otras tantas más generalistas. ¿En qué locales? Hay casos que incluso las propias estancias de las casas o sus jardines se han llenado de estanterías.

Estos casos nos acercan la idea de que la creatividad y la innovación no deben estar condicionados por unos recursos limitados o por la dimensión de una estructura determinada.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad