En los albores de una nueva década y en las entrañas de la presente crisis, nos encontramos ante el desafío de reflexionar sobre qué nos está pasando y qué podemos hacer para cambiar las cosas. Tras varios artículos hablando de casos de cambio, es un buen momento para pararse a reflexionar sobre los factores que nos motivan a cambiar en el proceso de transformación que debe empezar en nosotros mismos.

El miedo al cambio es la muerte de nuestras posibilidades como personas. Cuando el sufrimiento es superior al cambio cambiamos por compulsión, y el cambio se produce como una respuesta pasiva, pero cuando cambiamos desde dentro, desde la propia convicción, nos encontramos ante el reto de la transformación. Y probablemente esto implique deshacernos de muchas pertenencias y logros. Para crear algo nuevo, casi siempre hay que destruir algo, dejar de hacer algo como lo estábamos haciendo anteriormente. Es la destrucción creadora. Lo hemos hecho muchas veces durante los 200.000 años de especie humana, y parece que nos hayamos olvidado de hacerlo. Quizás lo que de verdad hayamos olvidado es a convivir con esa imperfección que implica ser humano, porque no olvidemos que si la maquinaria hubiera sido perfecta no hubiéramos pasado de bacterias. El profesor y creador del pensamiento lateral, Edward de Bono, afirma que el mayor problema al que se encuentra la humanidad no es el cambio climático, sino la rigidez de nuestro pensamiento. No puede acertar mejor en su conclusión, ya que nos enfrentamos al reto de cambiar un modelo de pensamiento enquistado en viejos paradigmas asumidos que caducan con el tiempo y acaban ejerciendo el efecto contrario,  como si de un yogur caducado se tratara. Aprovechemos pues el nuevo año para empezar a cambiar hacia esta transformación necesaria. Veamos algunos de los factores que nos ayudan a refrescar nuestro pensamiento y cambiar nuestro paradigma:

Ser curioso. Es lo más importante para iniciar el camino del cambio, la capacidad de cuestionarse lo establecido, de apreciar sucesos y cosas aparentemente sin importancia, la voluntad de descubrir y la capacidad de dudar son pura herencia de sabiduría y crecimiento. El mundo ha evolucionado en lo positivo por este motivo, sin él, los grandes maestros y descubridores no hubieran salido de casa. Seamos capaces de ver las cosas con perspectiva, aceptando e indagando nuevos puntos de vista.

Ser crítico. Indagar en el dolor, experimentarlo y cuestionarnos nuestro papel y nuestra labor no son ejercicios de penitencia sino ejercicios de reflexión interior que nos permiten descubrir nuevos puntos de vista y pueden ser decisivos en la forma en que nos evaluamos y nos motivamos para mejorar. 

No temer al fracaso. Hasta que no nos caemos no somos conscientes de todas nuestras capacidades. No nos han educado para fracasar, pero es algo que sucede más veces que el éxito, así que vayamos acostumbrándonos a ello, sepamos aceptar el dolor y la incertidumbre de forma natural. En nuestra zona de confort todo es cómodo, todo nos resulta fácil y atrevernos a cambiar nos resulta innecesario, pero realmente no lo hacemos por miedo al fracaso.

En la próxima entrega, seguiremos exponiendo factores de cambio.

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