El ser humano es cambio. Todas las personas son artífices de cambios en mayor o menor medida, ya sea diciendo una frase de amor, organizando un acto cultural o desarrollando un proyecto empresarial o de cooperación social. Aproximadamente cada 20 años todos los seres humanos renuevan la práctica totalidad de sus células, lo que significa que al cabo de una vida hemos cambiado y nos hemos renovado unas 4 veces aproximadamente. ¿Quién se atreve a decir a cierta altura de sus vidas aquello de “Yo ya no voy a cambiar”?. Lo cierto es que sabemos más bien poco del ser humano y de cómo hemos llegado hasta aquí después de 200.000 años de evolución y cambios como seres humanos tal y como nos conocemos hoy en día. 

Hacer algo nuevo o cambiar algo, implica cierta inseguridad y miedo, incluso provoca ansiedad, lo cual es un acto muy natural desde el punto de vista animal, ya que el estrés es una mera reacción de alerta frente a estímulos externos.  Es cómodo permanecer en nuestra zona de confort y resistirnos al esfuerzo del cambio, protegiendo esa zona que con más o menos sacrificio hemos hecho nuestra y en la cual nos adormilamos lentamente y de forma preocupante. Abandonar esa zona de confort y explorar las posibilidades infinitas que guardamos en nuestro interior es una aventura que muchas personas en diferentes partes del mundo hacen de forma casi cotidiana, muchas veces sin ser conscientes del peligro y otras a través de concienzudos planes y proyectos, eso sí, siempre con ilusión y sentido del optimismo que contagian de forma sistémica al círculo de personas que les rodean. Al fin y al cabo, ¿que es la felicidad sino la ausencia de miedo? No me cabe la menor duda de que hoy más que nunca, decidir dejar alguna huella de cambio positivo, de aire puro de inspiración, esperanza y ejemplo para otras generaciones con la humildad necesaria para afrontar retos y éxitos, creando un destino propio y las circunstancias para que ello ocurra es todo un acto de valentía y de moral.

El economista y gurú noruego Kjell A. Nordström autor del best-seller Funky Business y Karaoke Capitalism afirma que las clases sociales se basarán en el talento. No será su posición previamente adquirida sino su talento el que defina su éxito social. Las sociedades más evolucionadas premian cada vez más el talento creador del individuo excluido de sus condicionantes de raza, sexo, color, procedencia o vínculo sanguíneo, lo cual no hace más que democratizar la capacidad de desarrollar el talento, la innovación y por tanto el cambio. Asistimos sin darnos cuenta a una etapa de acontecimientos extraños y novedosos con los que no habíamos lidiado previamente, dando lugar a una situación en la que muchas empresas e individuos han tomado la iniciativa de la espera, dejando pasar las aguas turbulentas sin hacer nada y esperando aguas más tranquilas para dejarse llevar de nuevo por las nuevas reglas del juego, intentando obtener el máximo beneficio individual del nuevo paradigma establecido.  Por suerte, la evolución social y de la especie humana no se ha dado gracias a estos comportamientos, sino a aquellos atrevimientos, que con cierta dosis de locura y mucho trabajo y perseverancia han significado los grandes cambios de la humanidad.

Este nuevo espacio que hoy nace es una especie de homenaje al atrevimiento, la voluntad y los sueños, y pretende ser un observatorio del cambio y de los factores que lo propician y condicionan, de reflexión sobre empresas y sobre personas que se han atrevido a crear sus propias circunstancias, su propio destino y emprender la aventura de cambiar las cosas, por pequeñas que estas sean y que pueden llegar a motivar a nuevas aventuras para nuevos emprendedores. Mostrar algunas de las innovaciones que logran cambiar pequeñas estructuras y pequeños entornos creo que puede suponer un empujoncito de moral y relativizar la dificultad del cambio y de la innovación para que futuros navegantes decidan atreverse, pudiendo fijarnos desde un restaurante perdido en Chía, Colombia, llamado Andrés Carne de Res, donde cenar es sinónimo de sorpresa, recientemente acaban de convocar una manifestación a favor del amor (19 y 20 de septiembre de 2009) hasta una pequeñísima carnicería de Alicante que innova en productos como el “fuet de mar” o la salchicha “pipes i carasses” en honor a la cara que puso su hija cuando  el carnicero se la dio a probar por primera vez.  Son casos de ilusión, de atrevimiento y de pasión,  ya sea a través de empresas gestionadas como “fábrica de sonrisas”, ya sea a través de un acto de voluntad y entrega humana que nos mostraron individuos como Víctor Frankl o un nuevo producto alimenticio totalmente desconocido sin necesidad de invertir grandes recursos en su producción. La innovación es fruto de los sueños, no puede ser de otra forma, las buenas organizaciones siempre tienen sueños, y los sueños y la curiosidad son el alimento del talento.

Es un buen momento para amar lo desconocido, olvidar los viejos miedos y atreverse a crear las propias circunstancias de nuestras vidas. Vamos allá.

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